miércoles, 7 de octubre de 2020

OTREDAD

Esa mañana me levanté más temprano. Fui al cuarto de baño y me miré en el espejo.  Me  asusté repentinamente pues la imagen que vi, era la de otra persona. Era una mujer morena despeinada con los pómulos amoratados que esbozaba una  forzada media sonrisa. Después se evaporó lentamente hasta  retornar a la objetiva realidad de mi rostro enjuto e insignificante.
Pensé en ello durante todo el día. Incluso en la oficina se dieron cuenta. “Carlos. Hoy estás muy raro”
Soplanucas narcisista henchido de sí mismo sin amor propio
A la mañana siguiente ocurrió algo similar. El espejó me mostró esta vez a un niño  con rasgos árabes de unos diez años. Me estaba pidiendo limosna con unas manos que yo mismo movía desde el otro lado.
Así durante casi un mes mi reflejo mutaba en  discapacitado, enfermo, transexual,  limpiadora, agricultor, anciano, indigente….  Eran otros y era yo. Intenté buscar una explicación racional a todo esto pero no era capaz  de entenderlo y mucho menos compartirlo con nadie.


Un día, casi al borde de la desesperación, me levanté con  el  miedo ya habitual.  Cerré los ojos frente al enigmático  espejo. Esperé unos segundos, los abrí lentamente y  me vi por fin.  Curiosamente, no reconocí  a la persona que me estaba  observando con cara de  asombrado estúpido.
La semana siguiente cambié el espejo por otro de corte aséptico minimalista.
 
 
ANNA VON HAUSSWOLFF - DEATHBED 
DE CEREMONY (2012)