viernes, 1 de abril de 2011

JOYAS LITERARIAS JUVENILES

DESESPERADAMENTE FELICES

Tuvo tanta mala suerte que el día que entraron a  robar a la licorería que no se puso nervioso. Las piernas eran dos fuertes pilares bien sustentados en tierra firme. Camila, su compañera, intentó gritar, pero uno de los asaltantes, la arrodilló con un puñetazo certero en la mandíbula. El más joven de los tres echó el cierre metálico mientras, empuñaba una navaja que dejaba ver con arrogancia.
Era el momento supremo que estaba esperando Norberto. Miró fijamente a los ojos del jefecillo que portaba un cuchillo de cocina y le habló con tono sereno y de forma perfectamente identificable.
-Rájame tío. Destrózame las tripas. Esparce mis intestinos por la avenida. Cómete mis entrañas. Hurga en mi estómago. Mátame pero pronto.
   El salteador empezó a reirse. Norberto callaba y sus ojos se humedecieron por el humo del cigarrillo de Camila. La mujer daba grandes lametazos al pitillo al tiempo que tarareaba nerviosamente, una melodía de Nina Simone. Norberto deseaba morir y, en aquel momento, más que nunca. Era una ocasión apta para ello. Estaba harto de ser un triunfador. Para qué ser admirado. Tener dinero. Chica convencional. No hay más metas. Por más que pensaba, no encontraba un mínimo sentido para justificarse. Era asquerosamente feliz aunque le doliese reconocerlo. Entendió que todo ya se le había ofrecido y que, por lo tanto, su existencia en este mundo era, a partir de ahora, un añadido. Un simple realce en una pared descolorida.
- Mátame- instó al jefecillo de nuevo.
   Éste, cogíendole de la camisa, le dijo que cerrase la boca y aligerase la pasta. Norberto, empecinado en su idea, repetía una y otra vez su mandato que, se convertía en una absurda e inexplicable rogativa.
            Las risas iniciales del atracador, desembocaron en claros ademanes de ira i rabia. Con el mango del cuchillo, empezó a pegar a un lloroso Norberto que le explicaba a la vez, las mil y una formas con que se podía apagar la vela vital del ser humano- El maleante se agachó a coger un cupón prociegos del día que se había caído del interior de un bolsillo. Situación que fue aprovechada por Norberto para arrebatar el filo mortal de las ásperas manos del delincuente.
   Tantas veces pensando en un futuro. Planificando una vida con vistas al aburrimiento profesional. No, no es eso. El futuro estaba realmente en sus manos. No sabía ciertamente si el hara-kiri se realizaba de izquierda a derecha o viceversa pero, su estómago vio la luz por primera y última vez.
   Camila intentó ayudarle en su caída y se vio embadurnada de sangre desplomándose conjuntamente con el cuerpo sin vida de Norberto.
            Los tres asaltantes huyeron con unas botellas de bourbon y Castellana calle abajo a toda velocidad.
            Camila limpió el cadáver con delicadeza. Le despojó por entero de la ropa y, con un trapo impregnado en un multiusos, secó la herida con certera rapidez. A duras penas, colocó al difunto, añun caliente, encima del mostrador. Camila, cercana a los cincuenta, aún conservaba viva la llama del frenesí contenido a lo largo de apabullantes años de fotonovelas, ganchillo y escalera de vecinos. No dudó en hacer un intenso recorrido por la inerte anatomía del compañero muerto. Encima de él se movía desesperadamente aunque no pudiese hacer el milagro de la resurrección de los miembros.
- Soy feliz. Amor mío.
La jornada de aquel día terminó con tiempo estable. Seco y soleado. Posiblemente perdurable hasta el final de la semana donde se pueden ocasionar nubes en áreas de la sierra.  

De Undergroundays (1988)

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