martes, 15 de noviembre de 2011

CONFESIONES DE CORTO ALCANCE

CREÍ QUE ME GUSTABAN LOS NIÑOS....

...Hasta que tuve el mío  y vi todo lo que estaba a su alrededor.
Largas tarde de parque aguantando críticas feroces entre madres. Mientras, los retoños comíendo arena encima de un columpio. Familias que van a los restaurantes con sus hijos pequeños. No son capaces de  mantenerles sentados y optan por dejarles corretear libremente, dando gritos, entre las sillas del resto de comensales que intentan centrar sus conversaciones.

A veces se puede  ver a algún padre del tipo inseminador. Es decir, aquel que su  única labor es la de procrear con su pareja ( una o dos veces). Después, como por arte de magia, desaparece de la vida familiar. A partir de aquí, la madre cargará en solitario y de buen grado en muchos casos, con la educación de sus vástagos (extraescolares, excursiones, ampas, etc).

Padres aburridos que no dejan de chillarles y prohibirles todo. El niño, ante esto, no tiene nada que hacer, solo esperar, pues sabe a ciencia cierta que perro ladrador poco mordedor. Al final consigue todo lo que quiere y sus padres una afonía. Pero eso sí  "como son de desobedientes estos niños que no hacen caso ni a sus padres."

No son más que el reflejo de un  mundo adulto, frustado y frustrante, que les hemos creado.
Un  mundo dominado  por la (in)cultura de la inmediatez.  Donde todo está al alcance de la mano y donde se salta  y se picotea entre una gran cantidad de información para, encima,  no  asimilar nada. Competimos por llegar a ocupar los puestos mas relevantes en la estupidez humana y, encima  pretendemos que perpetuen nuestra especie para mantener intacto las más altas cotas de la miseria física y moral que les dejamos en  herencia.

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