viernes, 12 de octubre de 2012

VIDA PROPIA

OLEGARIO, VAMPIRO  A SU PESAR

Hace muchos, muchos años que me convirtieron. Tuve la mala suerte de pillarme ya octogenario.
Mi creador, un buen día, en un acto de caridad, tuvo la genial idea de insuflarme una  buena dosis de inmortalidad que entró por mi yugular. No tuve tiempo de agradecérselo. Eran otros tiempos y, cuando me di cuenta, mi diseñador se derretía con una estaca en el pecho como folklórica en la playa.
Me condenó a una senilidad de por vida y así sigo. No sabéis lo triste que es salir  por las noches buscando sangre fresca sabiendo que, dependo de un adhesivo de dentaduras postizas. Corega me acompaña desde hace décadas. Por las noches, me levanto y, frente al espejo, imagino como sería mi rostro más joven. La imagen que conservo, creo que es la misma pero, fantaseo con la idea de que el tiempo es magnánimo conmigo y me dará alguna opción de volver a ver mi cuerpo terso e hidratado por la mañanas. De experimentar el dolor que imprime una potente erección antes de despertarte. Pero, da igual. Si así fuese, nadie estaría compartiendo lecho o ataud conmigo. Mi particularidad es difícil de asimilar por los mortales.
"Corega me acompaña desde hace décadas"
Por las noches, después de alimentarme con algún gato o algún mamarracho de gorra atravesada, Pongo la radio  y escucho algún programa del tipo  Hablar por Hablar. Pienso lo gratis que es dar opiniones y crearnos vidas extrañas. Todavía me ingresan los 545 euros de pensión. Mi certificado de defunción, todavía, no existe y el aparato del estado no comprueba que pudiera haber un pensionista con cerca de ciento cincuenta años  de edad.
A veces, no puedo evitarlo, acudo a alguno de esos anuncios de contactos. Alguna que otra señorita treintañera, de carnes turgentes viene. La pobre intenta succionar los límites de la Viagra pero el, final, siempre la que termina succionada es ella. Es mi triste condena. Siempre quise participar en la indignación popular  ante estos aprendices vampíricos. Me hubiese gustado jalear  aquello de que No. Que no nos representan.  O La Fabra, La Fabra la puta de la Fabra. Pero, mis salidas noctunas  tienen olor a vómitos de botellón, putas tristes al 21 %  y a nocheviejas rancias. Quizá, algún día, me decida a tomar chocolate con churros y, por fin descanse en un cenicero puesto en una terraza de un grasiento bar a las 08:00 AM.

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