VIDA PROPIA

ANICETO: ALTA SUCIEDAD SUPURANTE

Su infancia  fue subrayada por la falta de higiene. Ya desde una temprana edad, en su casa, sus padres le alimentaron la idea de que la suciedad conserva los más altos valores de un ser humano. Es como un revestimiento que nos proteje de todo mal que nos intenta invadir del espacio exterior. Así lo entendió y lo asimiló Aniceto.

Aniceto, busca aquí, el lugar  que le corresponde al ser humano en la sociedad

En su casa todo lo limpio era lo recién estrenado. Nunca tuvo que limpiar detrás de un armario ni de un frigorífico. El lavavajillas se limitaba a ser  un pequeño chorro de agua del grifo del lavabo.

Las copas  y vasos en el brillante y oleoso mueble del salón, tenían una indescriptible capa pegajosa que se adhería a los dedos durante días. El olor axilar le era tan particular que llegó a pensar que sólo él podía oler los efluvios nauseabundos que le provocaban, alguna  que otra erección en el metro. Nada más lejos de la realidad. Aniceto vaciaba cualquier vagón ante las miradas estupefactas y dolientes de los viajeros que, intentaban protegerse de los hedores, mitad de verduras putrefactas, mitad de pescado descongelado al aire durante un mes. A veces, en el  último vagón, cercano a la medianoche, ponía un biombo  con motivos chinescos y allí se desbordaba encima de Lauri, una yonqui bipolar que  era la única que soportaba con agrado el hediondo sabor del aliento de Aniceto.

En días lavorables, Aniceto, inspecciona bares y restaurantes. Exige los carnets de manipulador de alimentos y, si se da cuenta que, algún local de estos, se distingue por su excesivo uso de lejía y amoníaco, le mete un puro económico al dueño o, intrauterino, a la esposa..

Por la noche, en su cama, tiene dulces sueños lúbricos  refrotándose en  suelos pegajosos de refrescos derramados, mesas oleosas llenas de grasa saturada  y bocas excitantes, llenas de paluegos. Así, Aniceto, se relaja para afrontar un duro día de asepsia y males con color  de Betadine