En un capítulo anterior en 2010:
"Una vez asumidas estas diez reglas básicas, estarás preparado para que te podamos enseñar a todo el mundo sin que sintamos jamás ni las arcadas ni la gran vergüenza ajena que nos trasmites.Es tan bonita la navidad que no va a venir un putrefacto como tú a jodernos."
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| Así quedó el árbol después que se marchase el Gran Capullo |
Pues volvió y sin aprender las diez reglas básicas. Parecía incréible. Un inmenso volumen de ignorancia rancia. Con las mismas uñas negras y una fosa séptica por boca. Cerramos los ojos y volvemos a oir los mismos chistes que solo le hacen gracia a él. Maricas, negros e inmigrantes vuelven a ser objeto de chascarrillos de taberna. Nosotros, los mas ignorantes de todo para él. No sabemos lo que hemos hecho con nuestra vida. Él sí. Es la única persona de este país que ha sido capaz de llevar a la bancarrota a un buffet libre.
Su presencia nos lleva a un recogimiento místico. Estamos a su servicio. Somos sus siervos. Somos los más imbéciles del mundo por vivir asalariados. Hay que verle a él. Triunfador por no haber dado palo al agua en su puta vida. Se inventa trabajos y dolencias crónicas para llamar la antención y poder vivir de un proxenetismo axesuado con su esposa que, por otro lado, es la odalisca de un harén lleno de inmundicia moral. Por suerte, no estamos a su altura, y se aburre con nuestra presencia. Gracias a esto, conseguimos que su estancia sea un suspiro de plañidera. Lo que nos asusta de verdad, es la estirpe que dejará en la tierra. Su vástago, promete empeorar y aumentar el modelo. Decimos adiós con miradas como puñales y nos tragamos los reproches y malas contestaciones que jamás diremos porque, al fin y al cabo, tenemos más vergüenza y raciocionio que un trozo de tocino en descomposición. Ramón González vuelves a estar suspendido para estar entre los vivos. Una de estas navidades, quizá vuelvas a resucitar y veremos a ver si la esperanza existe o te la has comido ya.
Jamás se le oirá una palabra de agradecimiento ni disculpa. Su hijo aprende pronto el arte de humillar y e insultar cualquier atisbo de igualdad, tolerancia, higiéne y cultura. Lo más cerca que ha estado de un papel, no digamos ya de un libro, es el que utiliza para limpiarse el culo mientras oye reggaeton
Por nuestra parte hemos cumplido. Encerrados en el búnker de la cocina, conseguimos satisfacer su paladar tan exquisito a base de una gran cantidad desproporcionada de grasas saturadas y de las otras. Acabó con todas casi sin dejar que se cocinasen. Mereció la pena y nos llenó de orgullo escuchar entre sus gruñidos y regüeldos un gran frase que justifica, por sí sola todo el espíritu navideño de estas fechas:
"No puedo más. Me he puesto como un gorrinaco" (Ramón González. La nada absoluta)
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