da la edad. Te pones la gorra al revés y con unas gafas de sol de baratillo puestas,
entras en el vagón.
Los pantalones, tus pantalones, anchos, extremadamente amplios para tu cuerpo menudo, se sujetan más abajo de tu cintura.
Enseñas unos gayumbos por detrás que, si te fijas bien tienen zonas sospechosas de una higiene distraída. Y aunque no fuese así...barres el suelo con pasos de pinguino. Bailas una danza de lluvia que sólo tú entiendes. Pasión adolescente y sublime que embriaga los vagones. Música que ni siquiera comparte la definición dada en el diccionario. Hay que marcar la diferencia entre mundos antagónicos que, tarde, o temprano chocarán y que quizá, después del Big Bang, aflore una esperanza.
Molestas a dos viajeros que comparten contigo el asiento. Además,tu mochila estorba al invadir el espacio del viajero de la derecha.
Te ríes. Estás ausente. No oyes los murmullos del viajero que está a tu izquierda y que, a regañadientes, se caga en tu puta madre. No importa. Eres invencible. Todos te deben pleitesía. El tener la vida por delante es un privilegio que el resto, hace tiempo, que perdimos.
Piensas, pese a todo, que no tienen por qué soportar tu olor a sobaco rancio, ni tampoco, por qué oir el crujido de tus tímpanos expulsando los auriculares de tu Ipod, a causa de tu adoración a los decibelios. Ni, tan siquiera, eres merecedor de clemencia por invadir con tu mochila los testículos del viajero de la derecha. Te da igual. Eructas al vacío y consigues hacerte un hueco alrededor.
Tu estación está al llegar. Piensas en bajarte. Antes de recoger tu mochila, no te percatas que el viajero de tu derecha, un minuto antes, sacó de su propia mochila un paquete envuelto en plástico que, introduce en la tuya.
Se abren las puertas y te colocas la mochila en la espalda. Sales del vagón y subes por la escalera mecánica. Al instante se oye una gran explosión que hace que el convoy que empezaba a arrancar, se pare bruscamente
.
El conductor, asustado, supervisa los vagones y, comprobando que no hay víctimas dentro,
se dirije a la taquilla envuelto en una gran humareda. Al subir se percata que, por la escalera mecánica de bajada hay unos enormes pantalones ensangrentados extendidos en los escalones.
se dirije a la taquilla envuelto en una gran humareda. Al subir se percata que, por la escalera mecánica de bajada hay unos enormes pantalones ensangrentados extendidos en los escalones.
El viajero de la derecha sale del vagón Se guarda un pequeño temporizador en el bolsillo de la chaqueta.
Caminando lentamente, se dirige a un banco próximo al andén y se sienta. Habrá que esperar otro tren.
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