viernes, 3 de mayo de 2013

CONFESIONES DE CORTO ALCANCE

NO TENEMOS CASA  EN EL PUEBLO (NI PENSAMOS EN ELLO)

No.  No la tenemos. Por esta razón  no aprovechamos los puentes ni las navidades y, menos aún las semanas santas. En muy importante tener casa en el pueblo o, en su defecto, en la playa. Al no ser así, no sabemos lo que es disfrutar de unas obligaciones hipotecadas al ir, una y otra vez, sin descanso en una monótona letanía, a esa casa apartada en lo más profundo de la España profunda. Y ¿a qué se va? A hartarte de currar porque, seguro que hay algo que pintar, algún armario ripioso que montar o algún primo coñazo empeñado en que te des una vuelta en su Bultaco nueva. Para colmo, hace un tiempo de mierda que te obliga a estar dentro de la casa y aguantar a los niños asilvestrados a los que no pudiste encasquetar a los abuelos porque, ¡qué faena! se tuvieron que quedar en la ciudad por  las lluvias y el frío reinante. 
Esta es la entrada a la vida sana y la justificación de las vacaciones
El pueblo es una extensión de nuestra vida en la ciudad. El pueblo justifica nuestras ambiciones cortoplacistas. Para qué vamos a pensar salir fuera del pueblo si, como en el pueblo no se come ni se vive en ningún lado. Y, encima, todo es más barato que en ningún sitio. En el pueblo todo es incuestionable y, nosotros nos subyugamos a la vida sana que predican aunque, tengamos que defendernos para que el  virus de la ignorancia, que predican estos fundamentalistas defensores del pueblo a temporadas,  no inocule nuestras maltrechas neuronas. Por eso decimos que  como la vida en el pueblo en ningún sitio y, así, se quedan tranquilos y nosotros podemos pensar en salir de estos terruños lo antes posible y, de paso, intentar aprender idiomas.

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